martes, 14 de enero de 2014

La desaparición de las abejas

Llevamos algún tiempo oyendo hablar de la desaparición de las abejas. Se está produciendo de una manera progresiva, poco a poco, y no se le está dando la importancia que merece en los habituales medios de comunicación.

Normalmente, a la mayoría de las personas no les importa la desaparición de una determinada especie (salvo que sea carismática como un lince o un panda) y mucho menos de un insecto u otro tipo de invertebrado, porque habitualmente les resultan molestos.

Pero, en contra de lo que nos pueda parecer,  si que debería importarnos la desaparición de las abejas. En primer lugar porque  su existencia  mantiene las principales redes tróficas de biodiversidad, y en segundo lugar ya que se estima que entorno a un 75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización de las abejas y otros insectos. Lo que quiere decir, citando una célebre frase adjudicada a Einstein “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”

¿Por qué desaparecen las abejas? Se barajan de manera tres causas globales objetivas que explican el fenómeno: la varroa, un parásito originario de  Asia; el cambio climático, y los neonicotinoides, una familia de insecticidas comercializados de forma masiva en la década de los ochenta.

En Europa se han prohibido pesticidas de estos grupos por el problema que causan a las abejas (Fipronil para el tratamiento de semillas de maíz y de girasol desde el  31 de diciembre de 2013, y previamente clotianidina, tiametoxam e imidacloprid ). Esto parece alegrarnos, desde el gobierno europeo se preocupan por los ecosistemas o la diversidad... Sin embargo el verdadero motivo de esta prohibición son los 22.000 millones de euros que aportan las abejas a la economía europea.

El gran problema que ha tenido el uso de estos compuestos de forma tan masiva, es que la acumulación  de sus residuos que ha afectado de forma dramática a las abejas, ya que se ha demostrado que pueden contaminar la tierra e impregnarla durante años. Sus efectos se producen sobre el sistema nervioso de las abejas, disminuyendo su control térmico y su orientación.

Respecto al tema del cambio climático, una colmena sobrevive bien al invierno cuando ha habido una buena floración en otoño y obtienen el néctar suficiente. Si una colmena ha gozado de una buena floración y entra en invierno con abejas jóvenes puede aguantar. Si durante el año no ha habido suficientes lluvias y la floración no ha sido buena, o ha sido a destiempo, ante la ausencia de reservas, las abejas se ven obligadas a salir en invierno para alimentarse, y mueren, en muchos casos de frío.

Ante esta disminución del número de abejas, se están dando fenómenos muy curiosos entre los agricultores para asegurar su cosecha. Se alquilan panales para asegurar la polinización de las flores, y así un mayor numero de frutos. Esto se ha venido dando sobre todo en invernaderos, donde no llegan las abejas de forma natural; pero cada vez es más común en campo abierto. Cada hectárea necesita de cuatro a seis colmenas. En Estados Unidos, donde no existe ningún tipo de legislación que regule los pesticidas que afectan a las abejas, se alquilan colmenas por 150 dólares para la época de polinización. En España, el precio ronda los 80 euros de media.

Así que chicos, valorad a las abejas. No penséis que son simples bichos molestos, sin función alguna que no deberían existir. Aunque no me guste dar opiniones antropocéntricas: las necesitamos.


Judith Cano Ruiz

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